Lo más importante que debe hacer un niño es escoger con mucha atención a sus propios padres. “Pero cuando nos los dan son ya viejos”, ha observado un muchachito “y entonces no podemos ya hacer nada…”.Se ha dicho y escrito muchísimo sobre la posibilidad de “modelar el carácter de un niño”, como si un niño fuese un pedazo de barro informe y la educación consistiese en darle una forma socialmente aceptable. La experiencia de cada día demuestra lo contrario. El niño es un ente activo y dinámico. Es él, si acaso, el que “plasma” al resto de la familia, mientras intenta encontrar su propio sitio, mediante su fuerza creativa y su ingenuidad. Los padres deben esforzarse, sobre todo, por entender su “lógica” y su modo de adaptarse a la que se viene llamando la constelación familiar. Este término define la relación característica que cada miembro de la familia traba respectivamente con todos los demás, exactamente como una estrella, en su relación con las demás estrellas, forma una constelación. Cada familia tiene su propia configuración distintiva. La familia empieza con la madre, el padre y el recién nacido; el papel de marido es diferente del de mujer, del mismo modo que el papel de padre es diferente del de marido; en efecto, es la presencia del niño la que crea nuevas dimensiones en la relación entre los esposos. Cuando llega el segundo hijo cambian las situaciones de cada uno de los tres miembros del grupo: el “reyezuelo” queda destronado de golpe. Debe asumir ahora una actitud ante la modificación sufrida en su propia posición con respecto al usurpador, a la madre y al padre que, en cierto modo, han permitido lo que ha pasado. El nuevo huésped es ahora el “pequeñín” y el primer hijo descubre la necesidad de colocarse en una posición nueva: la del mayor de dos hijos. Mientras tanto, el neonato intuye la suya, como “el más pequeño” de la familia: pero este lugar tiene para el segundo hijo un significado diferente del que tenía para el primogénito, por la presencia de un hermano mayor. Con la llegada de un tercer niño se da una vez más un cambio en el significado de cada papel y en el ámbito de la constelación: la madre y el padre son ahora padres de tres niños, el primero de los cuales fue ya destronado antes; el segundo, a su vez, lo es ahora, y se encuentra entre el mayor y el recién nacido. En cada nacimiento, la constelación familiar toma un nuevo aspecto con procesos de relación y significado nuevos. Por eso encontramos que niños nacidos en la misma familia no presentan todos las mismas características, a pesar de la aparente unidad del parecido. Es más probable encontrar afinidad entre los hijos mayores de dos familias diferentes que entre el primero y el segundo hijo de la misma familia. En una familia con tres niños el segundo, que antes se distinguía por su condición del último nacido, está en una situación muy difícil. Descubre de repente que no tiene la ventaja de ser el mayor ni el privilegio de ser el pequeño de la casa; de ahí nace que se sienta desatendido y utilizado. Tiene la impresión de que la vida y el prójimo son injustos y desleales. Y puede adoptar actitudes provocadoras para sentirse después justificado de sus propias suposiciones.Síndrome del primogénito Las constelaciones pueden ser de lo más variado: hasta pensar cómo evoluciona la personalidad de una hermana entre dos hermanos, o la de un hermano con tres hermanas. Es típico, por ejemplo, el “síndrome del primogénito”. Después de haber sido durante meses o años único, el primer hijo pierde su poder y debe ganarse de nuevo el amor de sus padres, aun a costa de acallar los propios sentimientos, con comportamientos que le hagan saberse apreciado por los adultos. Por eso es fácil observar que el niño-primogénito muestra una “sabiduría” y una capacidad de entrega “superiores a su edad”, sustituyendo realmente a la madre en el desempeño de las tareas de casa, con gran despliegue de esfuerzo y generosidad. En las fotografías con los hermanos, el primogénito está, de ordinario, serio, tieso, protector y mira al objetivo con aire preocupado. El más pequeño de la familia tiene una posición altamente excepcional. Descubre pronto que, al empezar a vivir completamente indefenso, tiene a muchas personas pendientes de él. Si los padres no están atentos, resulta facilísimo que el niño pequeño mantenga esa postura privilegiada y tenga a los otros miembros de la familia ocupados en servirle. El hijo único tiene a veces dificultades de socialización en los primeros tiempos del colegio: es un niño en un mundo adulto, un enano rodeado de gigantes, pues no tiene hermanos con los que pueda establecer relaciones en el nivel de su edad. Por eso está bien que se le inicie pronto en las experiencias de grupo con niños.
Bruno Ferrero
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