La ;i>Deus caritas est no pretende ofrecer una lista de consecuencias prácticas. Sin embargo, tras una lectura atenta, podemos llegar a descubrir algunas líneas fundamentales para aplicarlas a nuestra actividad pastoral. Lo primero que podemos decir es que el Papa hace una llamada a centrarnos en lo esencial de nuestra fe, el amor a Dios y el amor al prójimo. Desgraciadamente, en no pocas ocasiones los jóvenes sólo perciben una Iglesia de ritos y normas, una fe sin alma ni corazón. Nuestra acción educativa y evangelizadora debería tomar buena nota de ello y conducir a los jóvenes hacia el amor y la felicidad definitiva. Otro de los elementos fundamentales de esta rica encíclica es la llamada del Papa al ejercicio de la caridad. Acción que no sólo se limita a un aspecto económico, sino que nos introduce en la dinámica de la donación total a los hermanos. El ejercicio de la caridad se traduce en la ayuda a los más pobres, en la lucha por la justicia, en el ineludible compromiso de humanizar nuestro mundo tantas veces sumergido en el océano del mal. También debemos considerar el rostro específico de la caridad de la Iglesia (cf. n. 31). Caridad que necesita de agentes preparados que sepan llegar al corazón de los hermanos. Caridad independiente de partidos e ideologías. Caridad como amor gratuito que da sin esperar nada a cambio. Por último, una llamada a la superación del activismo: “La oración se convierte en estos momentos en una exigencia muy concreta, como medio para recibir constantemente fuerzas de Cristo. Quien reza no desperdicia su tiempo” (n. 36); “Ha llegado el momento de reafirmar la importancia de la oración ante el activismo” (n. 37).
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