La confianza en Dios, en su amor y en su misericordia, es uno de los temas más frecuentes que encontramos en la vida de Don Bosco, en sus cartas y en sus pláticas. Explicando los principios de la vida cristiana escribe que a los católicos, para salvarnos, no nos es suficiente simplemente la fe; necesitamos también la esperanza, “que hace que nos abandonemos totalmente en las manos de Dios, como un niño en manos de su cariñosa madre”. Vivimos auténticamente la fe cristiana cuando esperamos y confiamos en el amor y la misericordia divina. Por ello, la gran misericordia de Dios constituye también para Don Bosco el fundamento de su sólida esperanza.
En efecto, como sigue argumentando Don Bosco, en nuestra vida, necesitamos obtener de Dios muchos favores y Dios no acostumbra a concederlos si no los esperamos. Somos pecadores y, por eso, necesitamos que Dios tenga misericordia de nosotros y nos perdone; necesitamos continuamente la ayuda de la gracia de Dios para vivir santamente en este mundo: “Ahora bien, esta misericordia, este perdón, esta ayuda de su gracia, Dios no quiere concederla sino a quien la espera”. Nadie llegará, por tanto, a gozar de la misericordia de Dios sin la virtud de la esperanza. Es el fundamento de la más firme confianza en la bondad del Señor. Por eso insiste en reavivar en nuestro corazón una gran confianza en que obtendremos todo de la bondad de Dios, por los méritos de nuestro Señor Jesucristo. Es necesario, pues, confiar en la misericordia divina. Con san Agustín, también Don Bosco asegura que “en esta vida, la única esperanza, la única confianza, la única firme promesa que tenemos es la misericordia de Dios”.
Quizá la expresión más sólida de la esperanza teologal de Don Bosco es su confianza inquebrantable en la divina Providencia. La manifestó desde los duros años de su infancia. Por caminos providenciales llega al sacerdocio y comienza su misión poniéndose confiadamente en las manos de Dios, desprovisto de todo, rodeado de múltiples dificultades. Su ilimitada confianza en Dios no sufre menoscabo alguno. “Hagamos lo que podamos, decía a sus hijos, y el Padre de la misericordia añadirá lo que falte… La divina Providencia tiene tesoros inagotables. En el pasado nunca nos faltó; ¿vamos a dudar que nos falte en el porvenir? No, ciertamente. Hagamos todos lo poco que podamos y Dios suplirá lo que falta”. También Don Bosco, desde la vivencia en su corazón de la esperanza teologal, siente profundamente que “¡solo Dios basta!”.
Realmente, la divina Providencia era la esperanza de Don Bosco; y él, en cualquier circunstancia de su vida sabía encontrar ocasión para exaltar el amor, la bondad y la misericordia de Dios y agradecer la divina Providencia. Si nos miramos a nosotros mismos, contemplamos solo nuestra debilidad; y no podemos menos de confesar: ¡somos débiles! Pero, si miramos y confiamos en la misericordia de Dios, ¡somos fuertes! Él torna nuestra flaqueza en fortaleza.
Eugenio Alburquerque Frutos
No hay Comentarios