En la tradición salesiana existen fechas que, como hitos, colorean y alegran el camino del vivir salesiano a lo largo del año. El 24 nos hace presente a María Auxiliadora, el 31 recordamos a don Bosco, el 11 hacemos actual aquella primera expedición misionera en la que don Bosco, despidiendo a los salesianos misioneros, abría una senda nueva al impulso de su obra por la evangelización de las gentes. Don Bosco vivió y cultivó la dimensión misionera según la mentalidad de su tiempo y formó en sus jóvenes un corazón misionero que cuajó en un numeroso grupo de impresionantes misioneros que se renuevan cada año. A Juan Cagliero, el muchacho enfermo, sobre el que un día lejano había visto don Bosco inclinarse dos indios gigantescos, lo nombra jefe de aquella profética expedición. Al despedirse en Roma, cuando Pío XI entró en la sala donde lo esperaban exclamó: “Aquí está un pobre viejo. ¿Dónde están mis pequeños misioneros?” Y los llenó de afecto. El 26 de septiembre el Rector Mayor en el Colle don Bosco despedía y entregaba el crucifijo a 39 misioneros, con el mandato evangélico de “ id por todo el mundo y predicad el evangelio”. Son 14 salesianos, 7 hijas de María Auxiliadora y 15 voluntarios. Días antes habían partido desde Austria 30 voluntarios más. Van como signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, que viven en las más difíciles circunstancias. Mongolia, Angola, Albania, Camerún, Papua Nueva Guinea, Perú, Pakistán, Mauricio, China y Sudán son sus destinos. Hoy, la 134ª expedición, manifiesta la fecundidad y generosidad y, al mismo tiempo, la actualidad y fidelidad al compromiso misionero de don Bosco a través de los 129 años de historia misionera salesiana. Justo González

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