Queridos jóvenes: Corren tiempos paradójicos. Por un lado se intensifican los elementos que procuran una clara identidad, por otro, navegamos por un mar de mediocridad e indefinición. Muchos jóvenes muestran patentemente sus gustos y proclaman sus convicciones a través de todas las formas de expresión imaginables. Otros muchos prefieren el anonimato, la no vinculación con grupos y signos que los sitúen en una opción determinada. Como sabéis, la Congregación Salesiana acaba de finalizar el Capítulo General 26, la asamblea representativa de animación y gobierno más importante que poseen los salesianos. En ella se ha tratado de profundizar en la “identidad propia” de todos los que nos sentimos seguidores de Don Bosco. Ese carácter propio que nos distingue y nos hace valiosos en la sociedad se concentra en una expresión preñada de ideas sugerentes: el espíritu salesiano. Me permito señalaros algunos de los rasgos fundamentales de ese gran regalo de Dios encerrado en el calificativo salesiano. Quien vive con el corazón de Don Bosco: – Vive la caridad pastoral, impulso apostólico que motiva a buscar la salvación de los jóvenes; – Cultiva la unión con Dios y siente la necesidad de orar cordialmente; – Crece en el sentido de Iglesia, comunidad de hermanos en Dios; – Ama con predilección a los jóvenes: Me basta que seáis jóvenes, para que os ame con toda mi alma; – Vive un clima de familia, de afecto correspondido, de mutua confianza, donde se siente la necesidad de compartirlo todo, y las relaciones se regulan no tanto recurriendo a la ley, cuanto por el movimiento del corazón y por la fe; – No se deja abatir por las dificultades, ni se lamenta del tiempo en que vive. – Aprovecha todo lo bueno, especialmente si gusta a los jóvenes; – Está siempre alegre, porque anuncia la Buena Noticia. – Difunde esa alegría y sabe educar en el gozo de la vida cristiana y en el sentido de la fiesta; – Se entrega a la misión juvenil con una actividad incansable. – Es un trabajador nato y está dispuesto a sobrellevar humildemente las exigencias de la entrega diaria; – Posee iniciativa, es creativo y presta atención a las nuevas necesidades de los jóvenes; – Vive el sistema preventivo como amor de Dios que acompaña y precede dando su propia vida; – Quien vive el “espíritu salesiano”, estudia e imita a Don Bosco, descubre en él un hombre profundamente humano, abierto a las realidades terrenas; profundamente hombre de Dios y lleno de los dones del Espíritu Santo. – Comprueba en él un proyecto de vida unitario: el servicio a los jóvenes. Lo realizó con firmeza y constancia, entre obstáculos y fatigas, con la sensibilidad de un corazón generoso. A vosotros jóvenes, os invito, y también a mí mismo, a no pasar desapercibidos, a vivir en esta vida con identidad propia, es decir, a tener un corazón salesiano.Francisco Ruizpastoral-juvenil@salesianos-sevilla.com
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