Queridos amigos: Terminado también el mes de abril, otro mes del calendario, el quinto del año 2007 ya, esto es, mayo, vuelve a propiciar que nos encontremos de nuevo a través de las páginas del Boletín Salesiano, la revista de la Familia Salesiana y amigos de Don Bosco, nuestra revista, que acabamos de recibir. Debido a que el mes de mayo, desde tiempo inmemorial, está enteramente dedicado a la cVirgen María, se puede decir que es el mes más mariano del año, pero como también nos trae varias fiestas salesianas, podemos, igualmente, decir que es un mes salesiano. Y, por supuesto, lo que, desde luego, mayo no deja de ser nunca, bien entero o en muchos de sus días, es un mes pascual. ¿Cómo estamos, pues, viviendo estos días –cincuenta- del tiempo litúrgico en el que toda la Iglesia se encuentra todavía desde que, el pasado 8 de abril, se celebró el primer Domingo de Pascua o Domingo de Resurrección? Seguro que todos lo estamos viviendo con la intensidad y profundidad espiritual que le son propias, de acuerdo con nuestro estado de vida y según nuestras posibilidades y circunstancias. Es seguro, además, que estamos aprovechando responsablemente todo lo que este tiempo pascual nos ofrece para el crecimiento de nuestra vida cristiana y religiosa. Lo primero a este respecto que no se nos puede escapar es que, igual que los demás tiempos litúrgicos o del año cristiano, pero, sobre todo, igual que el Adviento y, especialmente, la Cuaresma que la prepara, la Pascua es también uno de los tiempos litúrgicos que se denominan fuertes. Yo me atrevería incluso a decir, sin exagerar y sin temor a equivocarme, que la Cincuentena pascual, es el “tiempo fuerte” por excelencia de todo el año cristiano. Y eso de “fuerte” quiere decir, sobre todo, que el tiempo pascual también es, ahora con palabras de san Pablo, “el momento favorable; […] el día de la salvación” (2Cor, 6, 2). Será, pues, muy conveniente y positivo para todos, que a los cincuenta días que dura la Pascua le demos también la importancia religiosa y espiritual que tienen y, por nuestra parte, además, se merecen que le demos, aprovechándolos bien; no deberíamos, pues, dejarlos pasar en vano por nuestra vida. La finalidad de este tiempo litúrgico es que la Pascua de Cristo, y su Vida, vayan siendo nuestra Pascua y nuestra Vida. De cada uno, de nuestras familias y de nuestras comunidades. De la humanidad y del cosmos entero. A pesar de nuestras debilidades, o precisamente por ellas, el Resucitado quiere renovarnos cada año, llenándonos del don de su alegría, su libertad, su energía pascual y su Espíritu. O sea, amigos, que hasta que el tiempo pascual 2007 llegue a su fin, y entremos en el tiempo litúrgico ordinario, todavía tenemos a nuestra disposición unos cuantos días de este mes de mayo para seguir haciendo experiencia personal y comunitaria de Cristo Resucitado, nuestra Vida y la Vida del mundo, especialmente –aunque no sólo- en la celebración de la Eucaristía del Domingo o Día del Señor. ¿Qué cuándo llega el final de la Cincuentena pascual? Precisamente el día 27 de mayo, con la fiesta de Pentecostés. Ya sabemos que ésta no es una fiesta aparte, independiente. Desde el “primer día” de Pascua, en efecto, el Señor Resucitado promete y da su Espíritu. Por eso, Pentecostés es la maduración de la Pascua. Una fiesta para la que nos estamos preparando desde el Domingo de Resurrección, aunque, esta preparación, la intensificamos en este mes de mayo, especialmente, después de la Ascensión. La fiesta de Pentecostés la preparamos, además, junto con santos y santas de nuestra Familia: con santo Domingo Savio, el joven alumno de Don Bosco –6 de mayo-; con santa María Dominica Mazzarello, fundadora junto con san Juan Bosco de las Salesianas –13 de mayo-, y, por supuesto, con la Santísima Virgen María Auxiliadora de los Cristianos –24 de mayo-. Ella, en efecto, es la mejor compañía que tenemos para poder vivir en profundidad la Pascua del Señor y la plenitud de su Espíritu. Con mi afecto y oración.
Pablo Marin S. Director
No hay Comentarios