Queridos amigos:¡Feliz año para todos! Lo comenzamos en el nombre del Señor. Y nuestro Rector Mayor nos invita, especialmente, a vivirlo mirando el corazón de Don Bosco. Eduquemos con el corazón de Don Bosco, es el aguinaldo que él nos regala en este nuevo año. En continuidad con los aguinaldos de los últimos años, nos estimula a cuidar y desarrollar el magnífico don de la vida. Es cabalmente como una semilla que tiene que germinar y producir fruto. Para ello, según la parábola evangélica, tiene que caer en buen terreno. Éste no es otro que la familia, cuna de la vida y del amor, escuela de humanización, socialización y evangelización. No cabe duda de que hoy es sumamente importante que la familia cristiana viva y refleje su propia identidad y misión, reivindique sus derechos y asuma fielmente sus deberes. Y entre los derechos y deberes propios y fundamentales de la familia se encuentra el derecho-deber de la educación de los hijos. Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, a ellos corresponde el derecho y deber de educarlos. Son educadores por ser padres. Se trata de un derecho-deber esencial, primario e insustituible. Pero, ¿cómo ejercer hoy este derecho? Ante todo y sobre todo, con mucho amor. La educación, decía Don Bosco, es cosa del corazón y su lenguaje es el amor. Don Bosco amó con pasión a los muchachos y a ellos entregó lo mejor de su vida. Su educación y su sistema, él mismo lo compendió de esta manera: “que los jóvenes no sean solamente amados, sino que se den cuenta de que se les ama”.
Eugenio Alburquerque Frutos
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