El pasado 30 de octubre tuvo lugar el envío de la 138 Expedición Misionera de la Congregación Salesiana. Han sido enviados veintiún Salesianos y ocho Hijas de María Auxiliadora, procedentes de Vietnam, India, Eslovaquia, Argentina, Polonia, Corea, Nigeria, Congo y Haití, así como dieciocho Cooperadores Salesianos, casi todos italianos. El Rector Mayor, don Pascual Chávez, les ha entregado un crucifijo, símbolo del mandato misionero, en una tradicional ceremonia que se celebra cada año en Turín. El origen de la misión salesiana La noche del 9 al 10 de abril de 1886, Don Bosco vio en un sueño el desarrollo de las casas salesianas entre América del Sur y China. En sus escritos recuerda que la Virgen le hizo ver desde lo alto las ciudades donde se desarrollarían las futuras misiones salesianas: "María dijo: Bien, ahora tira una línea desde una extremidad a la otra, desde Pekín a Santiago, sitúa el centro en el corazón de África y tendrás una idea exacta de cuánto deben hacer los Salesianos" (MBe XVIII, pág. 70-72). Pero los sueños y el anhelo misionero de Don Bosco tenían ya una larga historia. En 1872 había visto en sueños a unos hombres de una raza desconocida, que habitaban una región montañosa regada por dos ríos. Hasta ese lugar llegaban varios misioneros, pero los mataban unos hombres extraños, vestidos con pieles y armados con lanzas. Les sustituían otros misioneros, alegres y con el rosario en la mano, a los que nadie atacaba. Eran salesianos. Durante los siguientes años San Juan Bosco trató de localizar a qué lugar pertenecía esa cordillera y esas tribus con las que había soñado. Por fin descubrió a los indios araucanos y tehuelches, en la Patagonia argentina y supo que debía mandar allí a sus misioneros. En esa misma época recibió una solicitud del Arzobispo de Buenos Aires, que deseaba encargar a los salesianos la dirección de un colegio en la localidad argentina de San Nicolás de los Arroyos. Rápidamente Don Bosco comprendió que era su oportunidad para llegar a la Patagonia soñada. Empezó los preparativos para la misión, de la que se encargarían cinco sacerdotes y cuatro coadjutores, dirigidos por Juan Cagliero. El 11 de noviembre de 1875, partió de Turín esta primera expedición misionera salesiana, que llegó a Buenos Aires el 14 de diciembre. Trabajaron sin descanso, tanto en la parroquia Mater Misericordiae de Buenos Aires como en el colegio de San Nicolás de los Arroyos. Desde allí su trabajo se fue extendiendo hacia el sur, hacia la inmensa Pampa, donde encontraron a los hombres vestidos con pieles del sueño. Una gran familia misionera.Don Bosco, en su despedida desde la Basílica de María Auxiliadora, ya pensaba en los hombres y mujeres que seguirían a este primer grupo: “¿Quién sabe si esta partida y esta pequeña simiente no se convertirán en una grandiosa planta? ¿Quién sabe si no será como un granito de mijo o de mostaza que se vaya extendiendo poco a poco y haya de producir un gran bien?”.Hoy, “de Pekín a Santiago”, más de 16.000 Salesianos de Don Bosco, más de 14.000 Hijas de María Auxiliadora y 40.000 Cooperadores Salesianos realizan una tarea de evangelización y promoción humana en 128 países, con especial ahínco en las comunidades de América Latina, Asia, África y las nuevas pobrezas de la Europa del Este. Don Francis Alencherry, Cosejero General de Misiones en la Congregación, analiza este fenómeno: “Durante los últimos años se han abierto también campos de misión en Europa. De la actividad misionera, que es principalmente evangelizadora, tienen necesidad no sólo los países ‘pobres’, sino también los ‘ricos’ pero pobres espiritualmente”.Las últimas misiones abiertas han sido las de Fiji y Namibia (en 1998), la de Pakistán (1999), las de Azerbaiyán e Isla Mauricio (en 200) y las de Mongolia y Kuwait en 2001 y la más reciente, Moldavia, en 2005.Si el número de misiones ha aumentado, también han evolucionado las actuaciones misioneras, que en las últimas décadas se han reorientado buscando una mayor eficacia. Durante años la evangelización estuvo unida a la ayuda material, orientada a paliar la pobreza de los lugares de misión. Sin embargo, actualmente se tiende a impulsar proyectos propios de la comunidad, con profesionales y recursos locales, que mejoren la calidad de vida de las poblaciones y puedan autogestionarse y mantenerse a largo plazo, favoreciendo el desarrollo. Por otra parte, las necesidades en los lugares de misión van cambiando. Hoy, entre las más acuciantes, aparecen la reinserción de los niños de la calle, la atención a los huérfanos del SIDA y la acogida y ayuda asistencia de grupos de refugiados y desplazados. Estos aspectos afectan a numerosos países de América, África y Asia. Para hacerles frente el misionero tiene que ser dinámico y adaptar sus recursos a las necesidades más acuciantes. Como afirma el Rector Mayor, don Pascual Chávez,"la evangelización hoy no puede separarse de la promoción humana, que no es otra cosa que hacer pasar a las personas de situaciones inhumanas a condiciones cada vez más humanas. Es más, la promoción humana es el criterio de la auténtica evangelización, porque la aceptación de Cristo significa la revalorización del hombre, el reconocimiento de su dignidad".
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