El ritmo de la vida moderna es frenético y trepidante. Este modo de comportamiento reper-cute en múltiples facetas de la existencia. Las exigencias del mundo laboral han terminado por im-ponerse a las familiares: Largos desplazamientos, trabajo simultáneo del padre y de la madre para hacer frente a los gastos del hogar, horarios que no dejan espacios para el encuentro, relaciones per-sonales apresuradas y superficiales, falta de diálogo sereno… Una primera secuela de esta situación es la falta de tiempo para estar juntos en familia y educar desde la cercanía personal.Ante esta situación se han habilitado medidas que difícilmente suplen la presencia de padres y madres entre sus hijos e hijas. Estos subterfugios tienen nombre propio: canguros, actividades extraescolares, abuelos y abuelas convertidos en progenitores improvisados, horas complementarias por la mañana cuando la ciudad todavía se despereza…Especial mención requiere una solución bastante al uso: “la acción educativa concentrada y compulsiva”. Multitud de padres y madres, al no disponer de un ritmo sosegado de dedicación, in-tentan compensarlo con actuaciones condensadas. Dichas actitudes, nacidas de una cierta conciencia de culpabilidad, se manifiestan en:- Regalos desmedidos sin que niños y adolescentes hayan hecho nada por merecerlos. – Fines de semana con dedicación tan intensa que presagian una semana de alejamiento.- Superprotección proyectada en forma de temores vertidos hacia el menor.- Claudicación constantemente ante los caprichos.- Ausencia absoluta de límites por miedo a irritar a menores y adolescentes y echar a perder los es-casos momentos de encuentro. – Defensa a ultranza de los niños aunque no tengan la razón. – Interés exagerado por ahorrarles cualquier tipo de esfuerzo o sufrimiento…La educación requiere tiempo para crecer con profundidad y calidad. La acción educativa debe ser como la fina lluvia que empapa los campos. Las grandes tormentas apenas si fecundan la tierra, dejando frecuentemente una secuela de daños y destrozos. La cercanía personal elemento educativo esencialEn 1884 Don Bosco escribió una carta desde Roma a los educadores y jóvenes del Oratorio. Este escrito contiene la narración de un sueño en el que se compara al antiguo Oratorio, -lleno de vida, alegría y cercanía personal-, con el actual Oratorio carente de estos elementos esenciales. Un guía desvela a Don Bosco la importancia de la cercanía personal, el afecto y la entrega generosa a niños y jóvenes… como formas primordiales para educar en profundidad. Algunas breves frases de dicha carta:- Que los jóvenes no sean solamente amados, sino que se den cuenta de que se les ama.- Que al ser amados en las cosas que les agradan, participando en sus inclinaciones juveniles, aprendan a ver el amor también en las cosas que les agradan poco, como son la disciplina, el estu-dio, la capacidad de esfuerzo y sacrificio.- Familiaridad con los jóvenes, especialmente durante las horas de recreo. Sin la familiaridad no se puede demostrar el afecto, y sin esta demostración no puede haber confianza. El que quiera ser amado es menester que demuestre que ama.Recuperar una presencia educativa de calidadEs necesario recuperar una relación personal continuada. Si la presencia de padres y madres es necesaria, conseguir que ésta sea afectuosa, educativa y rica en propuestas, es de vital importan-cia. Actitudes que pueden facilitar una presencia con calidad educativa:- Educar es cosa del corazón. El cariño es la fuerza que ayuda a niños y adolescentes a crecer de forma positiva. El amor ayuda a comprender las decisiones dolorosas o difíciles.- Valorar los logros e intentos que hacen niños y adolescentes por mejorar. A menores y a adultos les va muy bien que se reconozcan sus éxitos.- Tener paciencia. Crecer como persona es un largo proceso que no se improvisa.- Dar ejemplo y ser coherentes. Padres y educadores consiguen de este modo tener autoridad moral. Cuando no hay autoridad moral, se recurre al poder que genera autoritarismo.- Confiar en la fuerza del bien que subyace en el fondo de toda persona. Padres y educadores ani-man, observan de cerca, acompañan, orientan… y confían.- Saber negociar, manteniendo lo esencia pero evitando posturas rígidas. Gran parte del éxito edu-cativo consiste en saber conjugar adecuadamente el binomio: “exigencia y comprensión”Por el contrario, actitudes que deben evitarse:- La permisividad. Es imposible educar sin intervenir. Niños y adolescentes precisan puntos de refe-rencia y límites para crecer seguros. – No gritar ni perder la compostura. Gritos, desacreditaciones y malos modos humillan a niños y adolescentes y provocan el deterioro de la relación personal.- No escuchar. Antes de juzgar y evaluar hay que escuchar pacientemente. Niños y jóvenes difícil-mente escucharán si nunca se han sentido escuchados.- Rigidez e inflexibilidad. En el ejercicio de ser padres y educadores hay que saber pactar y com-prender.
José Joaquín Gómez Palacios
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