Sonia Pino visita cada semana, sin falta, un pequeño cementerio que está situado frente al mar en Punta Lavapié, en la región chilena de Biobío. Se detiene un rato en una tumba que tiene escrito el nombre de su hijo: “Adinsón Fernández Pino”.
Pero ni el cuerpo sin vida de Adinson, ni de los demás cuyos nombres están escritos en la treintena de tumbas que componen el camposanto, está allí. La tumba, las tumbas, están vacías.
Esta historia se repite también en otros catorce cementerios de la región y son llamados “simbólicos“. Están dedicados a aquellos desaparecidos en las labores pesqueras en el mar. En esta zona, hace trescientos años, se comenzaron a construir estos lugares para la despedida de los seres queridos que habían perdido su vida entre la fiereza de las olas.
Este tranquilo rincón entre las costas chilenas nos remite a una de las constantes, en el más profundo sentido religioso, de las personas: la búsqueda de lugares especiales para el descanso de los muertos –de hecho, ‘cementerio’ significa ‘lugar para dormir’– y la visita a estos espacios para mantener vivo el recuerdo de quienes nos han precedido.
La veneración de tumbas está unida a tradiciones muy antiguas. Por ello las Iglesias fueron pronto un lugar especial de sepultura y oración por los difuntos.
El mes de noviembre, en nuestro calendario litúrgico, dedica un recuerdo especial para todos los difuntos de todos los tiempos el día 2. Esta celebración toma forma de muy diversas maneras: el recuerdo en la celebración de la eucaristía, la visitas a los cementerios depositando flores y compartiendo recuerdos, oraciones especiales…
Al final de este año jubilar de la misericordia recordamos, además, que enterrar a los muertos es una de esas considerada “obras de misericordias corporales”, pero que posee una fuerte dimensión espiritual porque implica el recuerdo y la oración por los difuntos. Desde esta perspectiva, al llevar a cabo esta obra de misericordia, recordaba el papa Benedicto XVI en su encíclica Spes Salvi, “nos sentimos interpelados a reflexionar, además, sobre la muerte y sobre el sentido de la vida” (núm. 6).
Mateo González Alonso
No hay Comentarios