Queridos amigos Contra la Navidad se elevan todos los años muchas voces. Algunos no ven motivos para tanto ruido, tanto consumo y tanta euforia. Para otros, la Navidad es «la agresión cristiana». Algo así, como si los cristianos no nos conformáramos con celebrarla en nuestras casas y nuestras iglesias y nos hubiéramos acostumbrado a tomar la calle en esos días, en que todo se llena de luces, de algarabía, de escaparates lujosos, de derroche, de publicidad comercial de la que nadie puede librarse.Quizá es necesario que los creyentes revisemos nuestro modo de celebrar la Navidad y seamos más conscientes de lo que celebramos y de cómo lo hacemos. Lo que los cristianos celebramos no es otra cosa que el nacimiento de Jesús de Nazaret. Y, porque creemos que en él se ha manifestado el rostro de Dios, celebramos el nacimiento de un Dios que se hace hombre y que pone su tienda entre los hombres. Él se hizo semejante al hombre, y a todo hombre lo hizo semejante a Él. Viviendo entre nosotros nos enseñó el camino de la más plena humanización; y modelándonos a su imagen y semejanza, imprimió en nuestro ser humano la más alta dignidad. Él anunció por los caminos del mundo, la dignidad, la vida, la justicia, el amor, la paz. Y quiso la vida para todos, la dignidad para todos, la justicia para todos. Para eso vivió y por eso murió. Este es su Reino: el Reino que Él mismo inaugura y que sus seguidores tenemos que construir. La Navidad es la primicia de este Reino que no es de este mundo y que está ya entre nosotros. Esto es sencillamente lo que celebramos: el nacimiento del Dios encarnado que hizo de la vida y dignidad del hombre, su propia gloria. Y, porque hoy no hay justicia, dignidad y vida para todos, la celebración de la Navidad sigue siendo desafío abierto para los creyentes y sigue señalando el horizonte de la utopía cristiana. Como a los pastores de Belén, se nos sigue anunciando la «buena noticia» y la «gran alegría» del nacimiento del Salvador, del Mesías Señor. Ellos lo encontraron en una choza. Ahí sigue naciendo hoy, y este nacimiento sigue mereciendo la más alegre y festiva celebración. Amigos, ¡Feliz Navidad!
Eugenio Alburquerque Frutos
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