Sabiduría hecha sonrisa Pertenecí durante años a un mediocre escritor de Turín. Cuando decidió desprenderse de mí, mis hojas de libro se echaron a temblar como si fueran las hojas de un árbol azotadas por el frío viento de otoño.
Un calor distinto La vida de las estufas es larga. Así lo garantiza nuestro robusto cuerpo de hierro. Nací en una fundición. Allí me mostraron mi destino: tediosos letargos de inactividad en verano; trabajo agotador en invierno. Cuando me destinaron
Otra fuerza y precisión Brillante por fuera y bien engrasado por dentro. Colgado del hombro de mi dueño. Dispuesto a entrar rápidamente en acción para atajar la delincuencia. Reprimiendo los desmanes de rufianes y facinerosos. Salvaguardando el orden… Así transcurrían
Un bordado de alegría La aguja y el dedal de Mamá Margarita dieron forma a mi cuerpo. La buena mujer adquirió un trozo de tela en el mercado de Castelnuovo. Compró varios botones al buhonero. Y en horas de invierno,
Una apuesta por la alegría Crecí en la Alameda de la ciudad de Chieri. Cada primavera me regalaba miles de hojas nuevas; anticipo de mi fresca sombra estival. Luego, el viento frío del otoño desnudaba mis ramas. Vivía al ritmo
Transitando el sendero de los sueños Brotábamos desde las sutiles ramas de cientos de rosales. Trepábamos formando una pérgola espléndida. Nos distribuíamos creando un largo túnel. Crecíamos a derecha e izquierda. Nos descolgábamos desde lo alto. Tapizábamos el suelo. El
Oasis hacia la tierra prometida Durante siete siglos fuimos el orgullo de Turín. El agua de un canal del río Dora impulsaba los mecanismos de nuestras muelas de piedra que giraban día y noche. Éramos dieciocho molinos. Por nuestras venas
Historia de una victoria Nací en el lejano Oriente. Llegué sigilosamente a Turín. Al principio nadie se percató de mi presencia. Fiel a la ancestral costumbre de las epidemias, galopé silenciosa e imperceptible. Enarbolaba la bandera de los caballos del
Reflejos de una madre Me cabe el honor de ser la única imagen de Mamá Margarita. Desde mi silencio te ofrezco la mirada de aquella buena mujer, madre de Don Bosco y de los chicos del Oratorio. Los historiadores te
Verdugo penitencial Mamá Margarita nos conservaba en el rincón más fresco y seco de la despensa. Permanecí encerrado en un saco durante varias semanas. Compartí horas de aburrimiento junto a multitud de hermanos míos. Ansiábamos convertirnos en alimento para los