Los que formamos parte de la Familia Salesiana caminamos juntos viviendo con gozo la preparación al bicentenario del nacimiento de Don Bosco. Ya estamos en el tercer capítulo de preparación: la espiritualidad salesiana.
Cuando pensamos en la palabra “espiritualidad” nos referimos al fundamento de la acción de Don Bosco. Y en la perspectiva de la búsqueda de fundamento, nos encontramos con que, al introducirnos en el espíritu salesiano nos encontramos con esta constatación: el centro y la síntesis de este espíritu salesiano es la caridad pastoral.
Caridad pastoral es como la sustancia de la vida salesiana, la fuerza de todo compromiso apostólico. Podemos fijarnos en dos polos de atención: Dios es caridad (1 Jn 4, 16). Esto nos indica la referencia esencial a Dios de la persona que vive el espíritu salesiano. Esta referencia tiene, entre otras, estas dos expresiones: Primera: adoración. El acontecimiento del Dios presente, realmente presente, en nuestro dinamismo vital, desemboca en una actitud contemplativa y agradecida ante el misterio: misterio trinitario, misterio de amor, misterio de filiación y fraternidad, misterio de cercanía. Segunda: Desde este gozo profundo porque Dios es Dios (¡Dios nuestro!), surge espontánea e imparable la acción para que el amor de Dios sea vida en la vida de los demás, especialmente, de los jóvenes.
Esta realidad de entrega amorosa, gratuita (porque Él nos amó primero) es lo que designamos con el término “pastoral”: el segundo polo de la caridad pastoral.
Ante un mundo que busca y que, porque no acierta, está tentado de dejar ya hasta de buscar, la oferta de una vida generosamente entregada, que sin pedir ni exigir nada experimenta la alegría de que el Amor de Dios abunde en los corazones, constituye una contestación fuertemente constructiva en estos momentos de nuestra historia.
Un aspecto importante de la caridad pastoral es la comprensión de la gracia de unidad. Indica la armonización complementaria de los dos polos: Dios y el prójimo; Dios que envía y los jóvenes a los que somos enviados. Quien vive la caridad pastoral experimenta el gran gozo de ir a Dios llevando las alegrías y penas de muchos hermanos; y de sentirse portador de un mensaje que Dios mismo le ha encomendado.
Don Bosco fue un modelo exquisito de esta caridad pastoral: entre los jóvenes, era signo y portador del Dios Padre bueno. Y en la oración: rezaba con y por los muchachos que se agarraban a su sotana.
Eusebio Martínez
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