Beppo era un barrendero muy particular, amigo de Momo. “Cuando barría las calles, lo hacía despaciosamente”. Decía que sólo había que pensar en la siguiente barrida. “En su opinión, todas las desgracias del mundo nacían de las muchas mentiras, (…) causadas por la prisa o la imprecisión”. La convivencia no podrá darse en la urgencia, si vamos deprisa nos costará entendernos. Es la clave de la mayoría de los programas de televisión, todo va medido y pesado; no importa cortar al interlocutor para dar paso a la sacrosanta publicidad. Encontrar horas para tener una charla tranquila que nos ayude a acercar posturas, nos puede suponer una angustiosa sensación de pérdida de tiempo y un auténtico desbarajuste en la agenda. Y sin embargo, se necesita tiempo para llegar a la profundidad, para dar respuestas serenas, imaginativas y hasta divertidas a los retos de nuestro mundo. Hay que buscar momentos para aprender la novedad que el otro puede ofrecerme: para escuchar cantos nuevos, nuevas plegarias, nuevos sabores, ritmos y melodías; para mirar a los ojos sin miedo. Es cierto que el diálogo interreligioso e intercultural es una tarea urgente pero no a cualquier precio. Jesús se entregó a sí mismo en un momento de intimidad, en el transcurso de una cena, de un encuentro entre amigos; no corriendo por los caminos de Cafarnaúm. Todo tiene su momento y los momentos hay que prepararlos con delicadeza, los detalles son importantes.
Elena Carrasco
No hay Comentarios