Se puede vivir sin saber casi nada de lengua o matemáticas. Pero no se puede vivir sin saber convivir. Por ello una prioridad central de toda persona que eduque (profesorado, familias…) es enseñar a convivir de forma que nuestro mundo sea cada vez mejor. A veces, queremos desentendernos de este tema, por ejemplo, los padres que llevan a su hijo al comedor de la escuela “para que le enseñen a comer, porque en casa no hay manera” o profesores que dicen: “aprender a comportarse es algo que deben aprender en casa, yo solo debo transmitirles contenidos de mi materia”. Estas personas, como dice el dicho “en el pecado llevan la penitencia”. Los padres que no saben enfrentarse a un niño caprichoso tendrán un niño caprichoso en otras situaciones; el profesorado que se despreocupe por enseñar a convivir, tendrá un alumnado que no se comportará adecuadamente y no podrá impartir su asignatura. Aprender a convivir es un proceso largo y requiere un buen aprendizaje. Excede lo que podamos decir aquí. Pero vamos a plantearnos algunos de los interrogantes fundamentales. Para ello partiremos de casos reales y analizaremos las actuaciones adecuadas.
José Ángel Paniego
No hay Comentarios