Germán Rivas Pereda y Antonio Alonso-Morgado Barrau son dos jóvenes adultos, con más de treinta años cada uno a su espalda y con una trayectoria vital ya recorrida, que, con los pies en la tierra, han respondido a la llamada del Señor, que Él ha querido hacerles cuando menos lo esperaban. Para mí, vivir es Crito”Germán y Antonio saben lo que hacen, cuando públicamente, en la iglesia de María Auxiliadora del barrio del Zaidín, en Granada, han profesado que quieren entregar su vida a Dios, desde la más absoluta libertad, comprometiéndose “a entregar todas mis energías a quienes me envíes, especialmente a los jóvenes más pobres, a vivir en la Sociedad salesiana en comunión fraterna de espíritu y de acción, y a participar, de ese modo, en la vida y en la misión de tu Iglesia”.Ello no quita para que hayan elegido una sentencia elocuente por lema de su primera Profesión como Salesianos de Don Bosco: “No tengas miedo… porque yo estoy contigo” (Hechos 18, 9-10). En efecto, la experiencia de san Pablo, quien oye estas palabras en unos momentos críticos de su primer viaje apostólico, ha servido a Antonio y Germán como marco adecuado para encuadrar la opción de vida que acaban de profesar. No es fácil la decisión que han adoptado, es más, humanamente imposible. Es un tesoro que “llevamos en vasijas de barro”. En cambio, con la ayuda de Dios, las dificultades del camino se superan y se hacen más livianas: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”.Y de nuevo san Pablo: “Para mí, vivir es Cristo”. Sobre esta sentencia del Apóstol de los gentiles hilvanó su homilía el inspector de Sevilla, José Miguel Núñez Moreno. Las lecturas de la Palabra, escogidas para tan señalada ocasión por Antonio y Germán, ponían luz sobre el acontecimiento. Es una carrera la que hoy han comenzado, en la que dejan atrás todo el lastre y se afanan en alcanzar la meta, que es la vida plena en Cristo.Los gestos litúrgicos –concisos y elocuentes por sí mismos– daban razón de lo que a veces las palabras no son capaces: el diálogo con el inspector, la proclamación individual de la fórmula de la Profesión ante el superior que aceptaba el compromiso en nombre del Rector Mayor, el abrazo de acogida, la firma sobre el altar, la entrega a cada uno de los nuevos salesianos del libro de las Constituciones salesianas y de la medalla de la Profesión temporal… Signos, todos ellos, enmarcados en el mayor de todos: la entrega, pro multis, en el pan y en el vino consagrados, del mismo Señor Jesús. Entrega eucarística que da sentido pleno a la donación existencial de Germán y Antonio. Entrega, en fin, generosa y desprendida, de sus padres, que celebraban con gozo la libre decisión de sus hijos, rodeados de familiares, amigos y salesianos.
Miguel Ángel M. Nuño
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