Queridos amigos: Me alegro de encontrarme de nuevo con cada uno de vosotros, a través de las páginas de este nuevo número del ;i>Boletín Salesiano que acaba de llegar a vuestras manos y que, como siempre, estoy seguro que os disponéis a leer con mucha atención y cariño. En mi nombre, y en el de todo el equipo de nuestra revista –y la vuestra-, os lo agradezco de todo corazón. Con lectores tan acogedores como vosotros, tengo que confesaros que resulta más fácil, agradable y satisfactorio, además de estimulante, hacer que esta revista de la Familia Salesiana y de los amigos de don Bosco, que muchos llamamos simplemente “el Boletín”, os llegue puntualmente un mes tras otro, durante once meses al año. El que acabáis de recibir es, precisamente, el correspondiente a diciembre, el último mes del año 2006. ¡Qué rápido pasa el tiempo!, ¿verdad? Con el mes de diciembre llega a su final un año civil y cristiano más de nuestra vida. Es de esperar que no haya pasado solamente como de refilón, sino que lo hayamos vivido intensa y profundamente desde los puntos de vista humano, cristiano y salesiano. A lo largo de los 365 días del año 2006, habremos vivido, sin duda, momentos muy buenos y momentos no tan buenos. Es lo propio, puesto que así es la vida. Con todo, estoy seguro de que cuando llegue el 31 de diciembre –Nochevieja-, en la balanza de nuestra vida vivida, pesarán más los momentos buenos y, por tanto, inolvidables. De esos otros momentos no tan buenos, vividos también, aprendamos lo poco o lo mucho de la lección que nos quieran enseñar –de los fracasos también se aprende- y olvidémonos enseguida de ellos. Lo principal será que los resultados del balance final de nuestra vida, en este año 2006 que termina, no sean deficitarios en los auténticos valores humanos, cristianos y salesianos, sino que, muy al contrario, arrojen superavit. Para que así sea, tenemos todavía todo un mes de diciembre por delante plagado de fiestas religiosas muy significativas que, bien celebradas, nos ayudarán sin duda a crecer en esos valores importantes que le dan sentido a nuestra vida. Por supuesto que la fiesta que le da color, sabor y, sobre todo, calor a este último mes del año, es el día 25, la Navidad de Jesús, el Salvador. Pero antes hay otra fiesta, inseparable de la Navidad, que de ninguna manera –y menos a la Familia Salesiana y amigos de don Bosco- puede pasar desapercibida por todo lo que entraña para la Iglesia y, también, para la Familia Salesiana. Me refiero a la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María que, en medio del tiempo litúrgico de Adviento, celebramos todos los años el 8 de diciembre. Se trata, como sabemos, de una entrañable –y secular- fiesta en la que celebramos que una mujer, María, la Madre de Jesús, el Hijo de Dios, es, porque así lo quiso Dios mismo, la “llena de gracia” desde el principio de su existencia, esto es, desde el momento de su concepción. Un dogma de fe declarado, proclamado y definido por el hoy beato Papa Pío IX , hace ahora 152 años. A propósito de las riquezas que para nuestro tiempo encierra este dogma de fe, el salesiano y director de la Comunidad Don Bosco de la Universidad Pontificia Salesiana (UPS) de Roma, don Eusebio Muñoz, ha escrito un precioso y profundo tema central para el ;i>Boletín Salesiano de este mes de diciembre. Estamos invitados a leerlo, reflexionarlo, meditarlo, rezarlo. Nos hará mucho bien. Proponernos vivir este tiempo de Adviento centrados en María, la “llena de gracia” que engendró y dio a luz a Jesús, Hijo de Dios Salvador, estoy seguro que nos ayudará a prepararnos mejor para celebrar religiosamente la Navidad. ¡Felicidades! Con mi afecto y oración
Pablo Marín Director
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