Hace un año comenzábamos con energía la celebración de las Bodas de Oro de la Inspectoría de León. Hoy, un año exactamente después, lo clausuramos no con menos energía que entonces, y además con esperanza. El hecho de llevar el nombre del apóstol Santiago y estar atravesada toda ella por el famoso “camino francés” es algo que nos señala imágenes, tareas y nos imprime, en cierto sentido, carácter. El camino nos habla y enseña. Nos habla de hospitalidad, de cercanía, de generosidad, de esfuerzo. Algo de esto hemos intentado plasmar en el año que termina a través de todos los acontecimientos que han tenido lugar. El camino muestra también que hay un origen, un tiempo de recorrido y una meta. Esto ha estado claro desde el comienzo de la Inspectoría y en el momento presente, porque de lo contrario –como se ha dicho alguna vez- “quien no sabe adonde va, termina en otra parte”. El camino, finalmente, siempre pone de relieve la realidad con todas sus aristas. El peregrino sabe que tiene que contar con el desgaste, las ampollas, la incomodidad… En nuestros cincuenta años, como en cada vida, hay luces y sombras, bandidos y posadas. Los bandidos son todas esas cosas que nos han entorpecido, que han dificultado el desarrollo de las personas, de las instituciones. Las posadas materializan los logros, todos los acicates y apoyos recibidos. Estas últimas han pesado mucho más durante los cincuenta años transcurridos, y ahora en el año de celebraciones cincuentenarias. ;font color=#CC0000>Durante este largo camino del año de celebraciones: ;img src=Marcas/RomboR.gif> Hemos recordado a todos los hermanos que han construido nuestro presente, y a todos los miembros de nuestra Familia, bienhechores, amigos, colaboradores y simpatizantes. ;img src=Marcas/RomboR.gif> Hemos dado gracias al Señor por la vida de tantos hermanos, de tantos miembros de nuestra Familia que han hecho realidad nuestro hoy. ;img src=Marcas/RomboR.gif> Hemos evaluado nuestra respuesta al don de la vocación y a nuestra misión entre los jóvenes. ;img src=Marcas/RomboR.gif> Finalmente, miramos al futuro como Don Bosco, con audacia y confianza. Los actos del día 11 de septiembre, fecha de la clausura, fueron sencillos. Se inauguró un pequeño monumento en la Casa Inspectorial, diseñado por Carlos López. Se trata de un medallón con la efigie de don Bosco sobre una concha que recuerda nuevamente nuestra vocación de peregrinos y nos sitúa en el noroeste de España. A continuación una eucaristía, presidida por Ángel Fernández Artime, inspector, recogió el sentido de todo este año. En segundo lugar, una velada artístico-musical de calidad, con pregón incluido. Finalmente, disfrutamos de un piscolabis para todos los participantes (más de 200 miembros de la Familia Salesiana). Y al final, ¿qué queda? Ojalá que la mirada serena y el corazón lleno de nombres.

No hay Comentarios