El Informe del Ministerio de Sanidad El Ministerio de Sanidad ha dado a conocer recientemente un informe sobre los abortos producidos en España en el año 2002. Cito simplemente algunos de estos datos, que, en sí mismos, son escalofriantes y no necesitan comentario alguno. Según el informe ministerial, los abortos realizados en el 2002 alcanzan la cifra de 77.125, casi el doble de los realizados hace diez años, y 7.268 más que el año anterior. Conviene anotar que muy probablemente los datos no son exactos, pues la Administración pública no ejerce el control total sobre las clínicas privadas, que son las más utilizadas. Además, se siguen practicando un buen número de abortos clandestinos en España y en otros países. Si este porcentaje de incremento se sigue manteniendo (y no aumentando), el número de abortos en España en el año 2012 duplicará la cifra que hoy nos desasosiega. Y, de los abortos practicados, 20.473 corresponden a mujeres que habían abortado ya anteriormente, y 10.659 a mujeres menores de veinte años. Reflexión necesaria La situación es socialmente muy preocupante. Parece evidente que debe existir una reflexión en profundidad, a todos los niveles, para descubrir sus causas y buscar las soluciones adecuadas. ¿Se está dando y promoviendo esta reflexión en la sociedad española? ¿Se están buscando las causas y raíces? ¿Se trabaja seriamente para solucionar este gravísimo problema social? No es ésta la impresión que uno tiene. Al contrario, todo parece indicar que seguimos en el terreno de la confusión y de la ambigüedad, de la frivolidad y del eufemismo, de la politización, la manipulación y el falso progresismo. Por mucho y muy alto que se quieran proclamar sus bondades, la propaganda del preservativo, el reparto gratuito de la píldora del día después, el anuncio de una ley liberalizadora que convierta en libre el aborto bajo el eufemismo (¡una vez más!) de una ley de Salud Sexual y Reproductiva, no son las medidas adecuadas para solucionar el problema. Cuando la fábula se hace realidad He leído el verano pasado la última novela de José Saramago: una narración corrosiva sobre la lucidez de la clase política, en la que fustiga acremente su ofuscación, ceguera e ineptitud, su incapacidad tanto para ver y escuchar los verdaderos problemas del pueblo, como para aportar soluciones válidas. Y uno tiende a pensar que la parábola de Saramago ha empezado a hacerse realidad. Es necesario y urgente, ante todo, comprender el problema y ver su gravedad: estamos ante el valor sacrosanto de una vida humana. Estamos, como ha escrito Juan Pablo II, “ante una enorme amenaza contra la vida: no sólo la de cada individuo, sino también la de toda la civilización”. Si no aprendemos a respetarla desde sus inicios, lo más probable es que no la respetemos nunca. Por ello, desde la comprensión de la gravedad del aborto (no de su banalidad) hay que llegar a un rechazo firme, sencillamente porque es una lacra social; y desde el rechazo y la condena, es necesario también buscar y proponer las medidas sociales preventivas que ayuden a las personas a no tener que llegar a tales decisiones. Esto precisa la responsabilidad y el esfuerzo de todos. Y no cabe duda que, si pensamos en el verdadero significado del aborto, hay que empezar por propiciar una sensibilidad y una cultura de aprecio y promoción por el valor mismo de la vida. Por ahí deberían de ir las medidas legislativas, económicas, asistenciales y educativas.

No hay Comentarios