Ahora que ya han pasado los calores del verano, podemos, tranquilamente, volver la vista hacia atrás, que, según dicen los sabios, es la mejor manera de poder proyectarla luego hacia delante. Porque, para encarar el futuro, hace falta la reflexión sobre lo vivido y acontecido. Eso es la experiencia.La buena vida interesa a todosfont> Pues bien, en medio del verano, ojeando un periódico, me llamó la atención un anuncio en color y a toda página. A veces, los anuncios son más interesantes que las mismas noticias que se publican. Lo más destacado del anuncio, que mostraba a una risueña pareja, sentada en la playa de un mar azul y en calma, era este breve slogan: “abónate a la buena vida”. ¿Cómo no iba a llamar mi atención? La buena vida interesa a todos. A mí también. Y abonarse a ella puede resultar un “buen rollo”. Pero, ¿en qué consistía, en concreto, el abono de buena vida que ofrecía el anuncio del periódico? La verdad, me defraudó. La oferta de buena vida se reducía a una noche en habitación doble para dos personas en un hotel por el módico precio de cincuenta euros. Naturalmente, sin IVA incluido. ¡Ése era el abono ofrecido! Cuando uno oye hablar de buena vida, de felicidad, se le suelta la imaginación y empieza a soñar. Luego resulta que la imaginación supera a la realidad.Pero no todos la entendemos igualfont> El dichoso abono me hizo pensar y darle vueltas a eso de la buena vida. Quizás, lo más seguro es que, si bien a todos nos interesa mucho, no todos estamos de acuerdo en expresar y concretar en qué consiste. Es posible que para algunos sea simplemente eso: la oferta de una habitación de un hotel en la playa. Como para otros puede consistir en no dar golpe, en aprovecharse del trabajo ajeno, en apañárselas para escaquearse siempre. Quizás, para muchos, la buena vida está en el amor y la solidaridad; para otros, en cambio, en el placer y en el dinero. Y, mientras muchos piensan que para vivir bien hay que renunciar al tabaco, al alcohol, a las drogas y a tantas otras cosas, otros dicen que así no vale la pena vivir. Es decir, que estamos de acuerdo en que es importante la buena vida, pero no coincidimos en lo que consiste. Y se me ocurre que, al menos, tendríamos que llegar a esta primera convergencia básica: para nosotros, seres humanos, la buena vida tendría que ser buena vida humana. Porque a ser humanos no podemos renunciar. Es más, es realmente aquello que, sobre todo, tenemos que aprender. Es el verdadero quicio ético de la existencia: aprender a vivir bien humanamente. La tarea moral no es otra que llegar a realizarse como persona humana. Lo que pasa es que este aprendizaje no resulta fácil, ni rápido. Es arduo y penoso. Es necesario empeñarse en ello toda la vida. Y en esta tensión hacia la realización del propio ser y de la propia vocación, hacia el logro de una vida verdaderamente humana, encontramos la auténtica buena vida.

No hay Comentarios