En la tarde del 17 de septiembre de 1885, jueves, Don Bosco expresó una vez más su pensamiento sobre el Boletín Salesiano: – El Boletín Salesiano no debe ser una revista particular para cada nación, sino el órgano de toda la Obra Salesiana, en general. Es un arma muy poderosa que no debe escapar de las manos del Rector Mayor. Don Rúa manifestó que el Boletín Salesiano tenía la finalidad de pedir limosnas y que, para estimular a que las dieran los que vivían fuera de Italia, convenía aludir a temas locales; que él había escrito a Francia y a América sobre este punto y le habían respondido aquellos salesianos que se atendrían a la idea de Don Bosco haciendo todo lo posible para obtener este fin, pero que ciertos relatos, oportunos para el Boletín italiano, serían comprometedores en el español; que, además, para publicar ciertas relaciones o festejos suyos, habría que enviarlos a Europa e imprimirlos en Turín y, desde aquí, volver a enviarlos a América; con lo que los cooperadores americanos leerían sus acontecimientos cuatro meses después de sucedidos. Hubo quien propuso reducir el Boletín Salesiano a unas páginas menos y añadir suplementos para las exigencias locales; si no siempre, al menos, alguna vez. Don Rúa propuso, sin embargo, que el Boletín Salesiano constase siempre de dos partes, una de interés general para la Obra Salesiana y otra, de interés local, según los países, imitando a los periódicos que tienen la sección de Noticias varias. Don Bosco rechazó estas propuestas e insistió diciendo: – Sostengo la necesidad de un Boletín Salesiano único. Mis razones para no dejar de las manos, en toda su extensión, este poderosísimo medio para mis fines y la seguridad de que el Boletín puede, a veces, estar expuesto a desviarse del fin que me he propuesto alcanzar con él, me confirman en mi opinión. ¿Qué es lo que agrada a los Cooperadores en el Boletín? La historia del Oratorio y las cartas de los misioneros. Redáctense, pues, con este material las otras noticias de conferencias o fiestas en otros países, e incluso en Italia, publíquese un breve noticiario compendiado. Si hay algo extraordinario, al publicarlo se agradará a todos, incluso a los extranjeros. Y si hay que hacer alguna convocatoria urgente, preocúpense los Salesianos de ponerse en relación con los periodistas católicos y publiquen en sus diarios las citaciones y demás reseñas de urgencia. Y, si ni esto resuelve su asunto, recurran a la Carta Circular. Tal es mi pensamiento. No se olvide que el Boletín Salesiano es el órgano principal de la Obra Salesiana y de todo lo que se relaciona con nosotros, tanto vocaciones como colegios. Don Bosco lo consideró siempre como el mejor vehículo de propaganda salesiana; había intuido que una buena publicación sería con el tiempo el púlpito más eficaz. No sabemos a ciencia cierta si fue en el 1884 o en el 1885, cuando el abogado Bartolomé Longo, fundador de la Obra de Pompeya, fue a verlo y, con aquel estilo propio de los napolitanos, le espetó: – Don Bosco, dígame en seguida su secreto; ¿cómo ha hecho usted para conquistar el mundo? – Querido señor abogado, helo aquí: envío el Boletín Salesiano a quien lo quiere y a quien no lo quiere. Don Bartolomé cazó al vuelo la idea. El publicaba una revista bimestral titulada El Rosario y la Virgen de Pompeya, pero no había imaginado todavía el concepto del poder ya alcanzado por la prensa. De regreso, mejoró la tipografía, aumentó la maquinaria y multiplicó los ejemplares de la revista: de cuatro mil en 1884, pasó a setenta y dos mil en diez años. Por eso, don Bosco es considerado allí como el que «marcó el paso a la segunda etapa de la revista y de la tipografía de Pompeya». (MBe. XVII, 573)

No hay Comentarios