Del 7 al 28 del próximo mes de octubre tendrá lugar la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tiene como tema: “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. Para facilitar la preparación y la participación de las comunidades cristianas en la reflexión de toda la Iglesia se entregó a las Conferencias Episcopales, a comienzos del año 2011, un documento básico con orientaciones y preguntas sobre distintas cuestiones en torno a la evangelización. Ahora, a mediados del pasado mes de junio, se ha hecho público el texto que van a tener los Obispos participantes en el Sínodo como “instrumento de trabajo”. Se trata de un documento práctico, estructurado de forma muy lógica. Después de la introducción que sitúa el Sínodo y el documento, presenta en sus cuatro capítulos, los grandes núcleos propuestos para el estudio y la reflexión sinodal: Jesucristo, evangelio de Dios para los hombres; tiempo de nueva evangelización; transmitir la fe; reavivar la acción pastoral. En ellos se recogen los aspectos más relevantes de la actividad evangelizadora de la Iglesia en los cinco continentes.Un Sínodo para la evangelización El tema central que va a ser objeto de la reflexión de los Obispos es, pues, la evangelización, que, se podría decir, constituye la actividad más habitual de la Iglesia. Es su vocación y su misión. Realmente, como explicó Pablo VI, evangelizar es la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar. Pero esta evangelización, tarea ordinaria de la Iglesia, ha de realizarse hoy en un mundo nuevo, en una situación de cambio epocal, en nuevos contextos culturales, sociales, económicos, políticos, religiosos. Por eso, la propuesta de una “nueva evangelización”. Debe estar animada de un nuevo ardor; es necesario buscar nuevos métodos y nuevas formas más expresivas para transmitir al hombre contemporáneo la perenne verdad de Jesucristo. En este particular momento de crisis, que afecta también fuertemente a la vida cristiana, la Iglesia quiere llegar a las raíces evangélicas para dar razón de la esperanza que anuncia. El papa Benecito XVI quiere llamar la atención de las comunidades cristianas sobre la prioridad del deber que incumbe a la Iglesia en el comienzo de este nuevo milenio. Con la convocatoria del Sínodo sobre la nueva evangelización y la transmisión de la fe se sitúa expresamente dentro de esta voluntad de animar el fervor y el coraje de la fe y del testimonio de los cristianos. Y espera que, a partir de la celebración del Sínodo crezcan en la Iglesia la audacia y las energías a favor de una nueva evangelización que lleve a redescubrir la alegría de creer y ayude a crear entusiasmo en la comunicación de la fe. En diversas comunidades cristianas han surgido en estos años de dificultad múltiples iniciativas en nombre de la evangelización y para su promoción. El Sínodo representa la ocasión propicia para crear un momento unitario y católico de escucha y de discernimiento; y, sobre todo, para dar unidad a las opciones que han de hacerse. Por eso, en la vida cristiana, el Sínodo puede ser un acontecimiento capaz de infundir nuevas energías a las comunidades y, al mismo tiempo, capaz de ofrecer respuestas concretas a las múltiples exigencias que surgen en la Iglesia respecto a su capacidad y actividad evangelizadoras.En la perspectiva del Vaticano II La celebración de la próxima Asamblea sinodal tiene lugar en un momento particularmente significativo para la Iglesia católica. Precisamente durante su desarrollo se celebra el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el 20 aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica. Son dos acontecimientos que el papa Benedicto XVI ha querido resaltar de manera especial, celebrando a partir del próximo octubre el Año de la Fe. En estas coordenadas, el Sínodo será la plataforma para asumir seriamente y para lanzar de nuevo al mundo la invitación a redescubrir y vivir la fe. El plan y el proyecto de nueva evangelización que quiere proponer el Sínodo tiene, ciertamente, unos orígenes y raíces más profundos. Pasa necesariamente por el magisterio anterior de Juan Pablo II y de Pablo VI y, especialmente, por la enseñanza del Vaticano II, en su voluntad de responder a la desorientación experimentada por los cristianos frente a las fuertes transformaciones que está conociendo la sociedad actual; respuestas no marcadas por el pesimismo y la renuncia, sino inspiradas en la fuerza recreadora de la llamada universal a la salvación, que Dios ha querido para cada ser humano. Situar la reflexión sinodal en el marco del Vaticano II no puede ser sino un signo de esperanza. En el centro de la acción evangelizadora, el Concilio situó a Cristo, luz de los pueblos, en el que toda la humanidad redescubre su identidad originaria y verdadera. El documento de trabajo del Sínodo comienza mirando a Jesucristo, evangelio de Dios para el hombre.
Eugenio Alburquerque Frutos
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