“Yo era muy querido y muy temido entre mis compañeros. Todos me querían como juez o como amigo. Yo por mi parte hacía todo el bien que podía y ningún mal a nadie. Ellos me querían porque, en caso de dificultad, saldría en su defensa.” “Apenas me veían corrían a mi encuentro para que les contase algo de lo que yo empezaba a entender cuando apenas sabía leer. En el país de los ciegos…. En invierno, se reunían en el establo y gozaban escuchando la lectura de Los “Reales de Francia” que yo hacía subido sobre un banco para que todos me pudieran oír” “Apenas tenía once años y ya hacía juegos de todo tipo: el salto mortal, la golondrina, caminaba sobre las manos, caminaba, saltaba y danzaba sobre la cuerda floja, como un saltimbanqui profesional”. Juan aprende, desde pequeño, a poner sus dones al servicio de los demás. Es lo que hará toda su vida y por lo que, según los médicos, muere agotado con un nivel de desgaste mayor que el que correspondería a su edad. Sin caer en la trampa de convertir al padre o a la madre en simples “amigos” don Bosco propugna una educación de corazón abierto, donde el otro siempre tiene cabida, donde es posible compartir y dar afecto sin esperar nada a cambio. Una amistad que se convierte en verdadero amor.

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