Los grandes aviones de las rutas intercontinentales son revisados continuamente, pero al cabo de unos años de servicio se someten a una gran parada técnica durante la cual los mecánicos desmontan pieza por pieza el avión, lo revisan, y lo ponen a punto para que el aparato pueda continuar en servicio con plena garantía por muchos años más. Salvadas las distancias, esto es lo que 24 salesianos de España y América Latina, en el ecuador de sus vidas, han llevado a cabo en la Casa Salesiana de El Campello (Alicante), durante diez semanas, del 25 de septiembre al 4 de diciembre. Llegaban de cerca y de lejos. Ángel, por ejemplo, desde El Salvador, en Centroamérica; Eusebio venía de Bilbao; Daniel, de la remota Tierra del Fuego, en Argentina; Antonio, en cambio, de Granada y Miguel Ángel, de África Central; sin que faltaran valencianos, leoneses o bonaerenses. Cada uno había dicho “sí” a la invitación de su Inspector para parar máquinas y participar en el 30º Curso de Renovación Espiritual, organizado como cada año por la Conferencia Ibérica. Este grupo de 23 sacerdotes y un coadjutor formó, desde el principio, una verdadera comunidad salesiana, con don Ismael Mendizábal como director. ;font color=#CC0000>Con tiempo para todo;/strong> El ritmo del curso fue suave pero sostenido: no se trataba de embutir una considerable cantidad de conocimientos sino de encontrar tiempo para la escucha, el diálogo, la lectura y la reflexión que permitieran las conclusiones personales. Y así fue. Cada semana, un profesor presentaba una asignatura. Hubo tiempo para la Espiritualidad Salesiana, la formación bíblica, la Psicología de la Vida Religiosa o las cuestiones más actuales de moral, entre otros asuntos. Tiempo también para largas caminatas por la orilla del Mediterráneo, tan hermoso en las playas alicantinas de El Campello. Y tiempo para el baño, faltaría más. Y también la liturgia diaria bien preparada y las sabrosas Buenas Noches al estilo de Don Bosco, No faltaron, además, varios encuentros con las comunidades salesianas de la zona sur de la Inspectoría de Valencia: Elche, Alicante, Alcoi y Cartagena. Al cabo de unas pocas semanas, descansados ya físicamente del gran trajín que supone la velocidad de crucero de un salesiano a pleno rendimiento, se fue imponiendo una sensación de serenidad profunda que permitía repensar en profundidad la propia vida religiosa y sacerdotal y crecer también en fraternidad. ;font color=#CC0000>Valió la pena tanto autobús;/strong> La guinda del pastel era el viaje final a la tierra de Don Bosco, a Turín, sin olvidar la Barcelona salesiana. Para varios hermanos llegados desde muy lejos, ésta era la primera vez que se encontraban físicamente presentes en unos espacios estudiados, rezados y soñados, que pertenecen por derecho propio a la geografía afectiva de todo salesiano. I Becchi, el Colle, Chieri, Turín, Valdocco. Lugares en los que Juanito se convirtió en Don Bosco y la Virgen Auxiliadora sostuvo su vocación y ensanchó su obra de Valparaíso a Pekín. Con el corazón en un puño y con más de una lágrima en los ojos, estos salesianos en la plenitud de sus vidas renovaron su profesión religiosa y su voluntad de ser buenos hijos de Don Bosco en Madrid o en Punta Arenas, en Santo Domingo o en Valencia.
Josep Lluís Burguera Pérez
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