Me fui con la imaginación al Turín de los años cuarenta del siglo XIX, donde Juan, joven sacerdote, realiza su misión. Calles repletas de chavales vagabundeando, ante el abandono de sus padres que se ven forzados a trabajar desde la salida del sol hasta que se pone, u otros que han llegado de los pueblos para ganar algún dinero aprovechando el auge industrial de la ciudad Y en el interior de don Bosco las palabras de Jesús resonando: Ven y sígueme. Ya le ha seguido, ya es sacerdote, pero no basta, el Señor le tiene reservado aún algo más que Juan tendrá que descubrir, una misión concreta. Ya no es sólo un servicio general a la Iglesia, sino que este servicio, tiene apellidos: jóvenes pobres y abandonados. Desde este momento don Bosco se hace esta pregunta: ¿qué puedo hacer yo por estos jóvenes? Don Bosco responde y ante la posibilidad y la seguridad de un trabajo en casa de la marquesa Barolo, él decide, sin embargo, irse con sus jóvenes más pobres. A nuestros jóvenes de hoy se le podría hacer esta misma pregunta: ¿tú que serías capaz de hacer para mejorar la situación juvenil? Quizás descubramos en su respuesta motivaciones profundas para ser salesiano.
José Mario Pérez
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