El sociólogo Zygmunt Bauman decía que en estos “tiempos líquidos”, de muchos cambios e incertidumbres, es una reacción lógica (pero muy peligrosa) que surjan grupos extremistas o fundamentalistas, que ofrecen seguridad a costa de atrincherarse en identidades defensivas, o incluso agresivas, con los que son distintos. En un libro-entrevista reciente, titulado Dios es joven, el periodista Thomas Leoncini pregunta al papa Francisco por qué cada vez más jóvenes son propensos a ser extremistas, a odiar a los inmigrantes y extranjeros o a formar parte de los grupos de hinchas deportivos “ultras” o radicales. Entresaco aquí unas frases de la respuesta larga y razonada del Papa, porque me parece muy acertada:
“Creo que este fenómeno forma parte de una propensión a la rigidez que muchos jóvenes arrastran. Pondré un ejemplo práctico: pienso en algunos sacerdotes o estudiantes del seminario; he visto a algunos que reaccionan ante las novedades y las diversidades lícitas no con sabiduría, sino con rigidez mental. En mi opinión, eso sucede porque se asustan y porque quieren obligarse a realizar una elección clara que les ayude en la construcción de su propia identidad […]. El diálogo nos enriquece y es fecundidad: nos permite conocer realmente al ser humano, en profundidad. La diversidad nos permite ahondar en el alma y en el corazón: no existe el blanco o el negro; existen el blanco, el negro y el gris, y después existen también todos los matices del gris… Quien se lanza sobre los extremos y sobre la propensión a la rigidez es un miedoso, se esconde en la rigidez y lo hace como defensa. Detrás y debajo de toda rigidez hay siempre un problema no resuelto y también, puede darse el caso, una enfermedad… La rigidez es la reacción fácil ante este flujo de la vida que nos lleva adelante […].
Con los emigrantes sucede otro tanto. No nos preguntamos por qué este ser humano viene aquí, si huye de una guerra, si nosotros en su lugar haríamos lo mismo: quien es rígido tiene una única idea en la cabeza: ¡es extranjero y tiene que volver a casa! Qué bueno sería si cada uno empezara a preguntarse: ¿Qué puedo hacer yo para aliviar el dolor de los demás, ya sean compatriotas o extranjeros? […].
En cualquier caso, es cierto que muchos jóvenes se alinean en posiciones rígidas, y esta es una tendencia de la que nos debemos ocupar”[1].
Pues aquí queda el reto. Hay que ocuparse de ayudar a este tipo de jóvenes a vencer la rigidez descrita y a aprender a respetar a los otros y a dialogar.
[1] Papa Francisco – Thomas Lencini, Dios es joven, Barcelona, Planeta, 2018, pp. 86-91.
Jesús Rojano Martínez, sdb
Director de Misión Joven
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