Sacerdote salesiano. Coordinador inspectorial de Animación Vocacional de Salesianos “Santiago el Mayor”
Pregunta.- ¿Cuándo conociste a Don Bosco?
Respuesta.- Mi vida siempre ha estado ligada a la de Don Bosco; no me la imagino sin él, ya que desde que recuerdo mis primeros pasos en la casa salesiana de Cruces, en Barakaldo -cuando entré al Colegio a cursar 1º de EGB- tengo conciencia clara de lo mucho y bien que nos hablaban de Don Bosco y de María Auxiliadora.
P.- ¿Qué te llamó la atención de su vida, de su persona?
R.- Sin duda, los relatos de su ajetreada vida, su capacidad para afrontar los proyectos que se fue proponiendo y su preocupación por los muchachos más abandonados de Turín llamaron siempre mi atención. Recuerdo perfectamente que un Salesiano que me daba clase en Cruces me regaló unos tebeos sobre Don Bosco que devoré en pocos días. Aunque no era más que un crío, me quedé prendado de su agitada vida a favor de la juventud. Siempre me llamaba la atención su tenacidad y constancia, ya que a pesar de las muchas dificultades que encontró en su vida, nunca tiró la toalla y siempre confió en Dios y en la Virgen.
P.- ¿Qué aspectos destacarías de su acción educativa con los jóvenes?
R.- Para mí es muy significativo que Don Bosco siempre trabajara pensando en los jóvenes. Toda su vida fue por y para ellos. Puso en marcha miles de iniciativas a través de la originalidad del Oratorio: internados, catequesis, talleres, grupos de teatro, escuelas de música… Sin embargo, todas ellas tenían un mismo y único objetivo: educar y evangelizar a los muchachos que Dios ponía en sus manos, preparándolos para un futuro laboral digno y asegurando su madurez como personas y como creyentes.
P.- ¿Y de su espiritualidad?
R.- De la espiritualidad de Don Bosco se podrían destacar muchos aspectos. Por su sencillez y proximidad a la vida diaria, yo destaco su capacidad de descubrir a Dios en lo cotidiano, viviendo cada momento del día en la permanente presencia del Señor. Para todos los que entraban en contacto con él, Don Bosco fue un signo visible y creíble del amor de Dios a los jóvenes. Su vida y su obra, de hecho, no hablan de otra cosa que no sea de su profunda pasión por Dios y por los jóvenes.
P.- Pensando en los educadores y animadores… ¿qué elementos de la pedagogía de Don Bosco te parece que habría que subrayar más?
- Creo que el Sistema Preventivo que hemos heredado de Don Bosco sigue siendo tan actual para nosotros como lo fue para él. Si nuestras intervenciones educativo-pastorales tienen su fundamento en la razón, la religión y el amor, cualquiera de nuestras propuestas se convertirá en una oportunidad educativa. Por destacar algunos elementos centrales de la pedagogía de Don Bosco, me gustaría hacer hincapié en la importancia de la presencia educativa entre los jóvenes, del acompañamiento personal y del testimonio de vida vocacional del propio educador o animador.
P.- ¿Y en la vida de familia? ¿Se puede aplicar el Sistema Preventivo en ese ámbito? ¿Se te ocurre alguna pista?
R.- La familia es la ‘Iglesia doméstica’. Así pues, en casa también se pueden vivir estas intuiciones de Don Bosco. De hecho, el Sistema Preventivo no es únicamente un método educativo o pedagógico, sino más bien una espiritualidad que llena la propia vida, da sentido a lo que se hace y orienta la forma y la manera de ponerlo en práctica. Una familia que vive unida, madurando su propia fe, haciendo experiencia de Dios en lo cotidiano, apoyándose en los momentos de dificultad, preocupada y comprometida por el prójimo y el más necesitado, y celebrando la vida que nos viene del Resucitado está viviendo en su hogar, sin duda, el Sistema Preventivo de Don Bosco.
P.- Tú trabajas en la animación vocacional, y se habla mucho de crear una “cultura vocacional”. ¿En qué consiste?
R.- La cultura vocacional busca crear en nuestras propuestas educativo-pastorales un ambiente en el que sea posible educar en la apertura hacia valores últimos; en el conocimiento y posesión de la propia interioridad; en el sentido altruista de la vida; en la disponibilidad y la constancia; en la fidelidad que acepta la renuncia y el sacrificio; un ambiente que sea capaz de formar a los jóvenes en una voluntad resuelta, educando al silencio, a la reflexión, al sentido de lo gratuito, acompañándolos en el compromiso por la compasión, por la solidaridad, en el camino hacia una oración personal y comunitaria, que pueda conducir al joven a un discernimiento vocacional en medio de sus condicionamientos y fragilidades.
P.- Y en las familias… ¿también se puede trabajar por una cultura vocacional?
R.- ¡Por supuesto! Hemos de recordarnos que esta tarea no es solo responsabilidad de algunos agentes de pastoral o de los coordinadores de la animación vocacional. Se trata de crear entre todos, también en el seno de una familia cristiana, un ambiente de familiaridad, de fuerte experiencia espiritual y de compromiso apostólico.
P.- Ya para terminar, ¿para qué crees que puede servir, para la Familia Salesiana, celebrar el bicentenario del nacimiento de Don Bosco?
R.- El Rector Mayor nos ha recordado que puede ser una oportunidad única para renovar nuestra identidad salesiana y, por tanto, para revitalizar nuestra propia opción vocacional. Seguro que este año albergará grandes propuestas y eventos para festejar el doscientos aniversario del nacimiento de Don Bosco, pero estoy convencido de que el mejor regalo que le podemos ofrecer a nuestro Fundador en este importante cumpleaños no es otro que el de nuestra propia vocación: nuestra propia vida apasionada por Dios y por los jóvenes.
Fco. Javier Valiente
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