El 11 de octubre de 1992, el papa Juan Pablo II hacía pública la constitución apostólica que promulgaba el Catecismo de la Iglesia Católica. Se cumple, pues, en este mes de octubre el 20 aniversario de su publicación.Fruto del Vaticano II El nuevo Catecismo constituye uno de los frutos del Concilio Vaticano II. Fue querido y pedido en el Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985, convocado por Juan Pablo II con ocasión del vigésimo aniversario de la clausura del Vaticano II. Los Padres Sinodales expresaron el deseo de preparar un Catecismo, compendio de toda la doctrina católica, tanto sobre la fe como sobre la moral, que pudiera servir de referencia para los catecismos que se redactaran en los diversos países. Se publicó a los 30 años de apertura del Concilio (1962-1965). Su finalidad es precisamente esta: ser un texto de referencia para una catequesis renovada en las fuentes vivas de la fe. Su redacción fue encomendada a una Comisión de obispos, presidida por el entonces cardenal Ratzinger; y es el resultado de seis años de trabajo y de una amplísima colaboración. Fue objeto de una amplia consulta a todos los obispos católicos, a las Conferencias Episcopales, a institutos de teología y de catequesis. Se puede afirmar que es fruto de la colaboración de todo el Episcopado de la Iglesia Católica. Presenta, de manera fiel y orgánica, la enseñanza de la Sagrada Escritura, de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, es decir, toda la herencia y patrimonio doctrinal que permite conocer el misterio cristiano y reavivar la fe del Pueblo de Dios. Mantiene la estructura clásica de catecismos anteriores, dividiendo el contenido en cuatro grandes partes: Credo (I. “La fe que profesamos”), Liturgia (II. “La celebración del misterio cristiano”), Moral (III. “La vida en Cristo”) y Oración (IV. “La oración cristiana”). Las cuatro partes muestran una clara articulación: el misterio cristiano, objeto de la fe (Iª), es celebrado y comunicado en las acciones litúrgicas (IIª), sostiene el obrar de los hijos de Dios (IIIª) y es el fundamento de nuestra oración (IVª). Se puede percibir en él la admirable unidad del misterio de Dios, de su designio de salvación, el lugar central de Jesucristo, muerto y resucitado, presente siempre en su Iglesia, de manera particular en los sacramentos. Al presentarlo, Juan Pablo II afirmó que es una exposición de la fe de la Iglesia y de la doctrina católica, un instrumento válido y autorizado al servicio de la comunión eclesial, norma segura para la enseñanza de la fe y medio importante para la renovación eclesial.Al servicio de la evangelización Benedicto XVI lo sitúa en el horizonte del año de la fe, convocado precisamente para conmemorar el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Para el Papa, el Catecismo pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia; y ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina. Y añade que es importante descubrir que lo que se presenta a lo largo de sus páginas no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. Pero, sobre todo, al situarlo en el horizonte del año de la fe, Benedicto XVI quiere que el Catecismo sea verdaderamente un instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan de su transmisión y de la formación de los cristianos; un instrumento, por tanto, al servicio de la evangelización. Más que en el pasado, la fe está sometida a una serie de interrogantes, que provienen de un cambio de mentalidad, que reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos o tecnológicos. En este contexto, el Catecismo manifiesta que la Iglesia nunca ha tenido miedo a proclamar su doctrina y a mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad. El Catecismo supone ciertamente, en la Iglesia, un esfuerzo muy significativo de renovación catequética; y es importante que llegue a ser también un valioso instrumento en el esfuerzo y en el renovado compromiso eclesial de la nueva evangelización. En realidad, es la síntesis del Evangelio de Jesús, enseñado en la catequesis de la Iglesia.
Eugenio Alburquerque Frutos
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