«En la vida económico-social deben respetarse y promoverse la dignidad de la persona humana, su entera vocación y el bien de toda la sociedad. Porque el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social… En un momento en el que el desarrollo de la vida económica, con tal que se le dirija y ordene de manera racional y humana, podría mitigar las desigualdades sociales, con demasiada frecuencia trae consigo un endurecimiento de ellas y a veces hasta un retroceso en las condiciones de vida de los más débiles y un desprecio de los pobres. Mientras muchedumbres inmensas carecen de lo estrictamente necesario, algunos, aún en los países menos desarrollados, viven en la opulencia o malgastan sin consideración. El lujo pulula junto a la miseria… Por ello son necesarias muchas reformas en la vida económico-social y un cambio de mentalidad y de costumbres en todos» (VATICANO II, Gaudium et spes, 63).»La opción o amor preferencial por los pobres es una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana. Se refiere a la vida de cada cristiano, pero se aplica igualmente a nuestras responsabilidades sociales, a nuestro modo de vivir y a las decisiones que se deben tomar coherentemente sobre la propiedad y el uso de los bienes. Vista la dimensión mundial que ha adquirido la cuestión social, este amor preferencial ha de abarcar a las inmensas muchedumbres de hambrientos, mendigos, sin techo, sin cuidados médicos y, sobre todo, sin esperanza de un futuro mejor… Nuestra vida cotidiana, así como nuestras decisiones en el campo político y económico, deben estar marcadas por estas realidades. Igualmente los responsables de las naciones y los organismos internacionales, mientras han de tener como prioritaria en sus planes la verdadera dimensión humana, no han de olvidar dar la precedencia al fenómeno de la creciente pobreza. Por desgracia, los pobres, lejos de disminuir, se multiplican no sólo en los países menos desarrollados, sino también en los más desarrollados, lo cual resulta no menos escandaloso. Es necesario recordar una vez más que los bienes de este mundo están originariamente destinados a todos» (JUAN PABLO II, Sollicitudo rei socialis, 42).»Hoy nadie puede ignorarlo: en continentes enteros son innumerables los hombres y mujeres torturados por el hambre… Pero no se trata sólo de vencer el hambre, ni siquiera de hacer retroceder la pobreza. El combate contra la miseria, urgente y necesario, es insuficiente. Se trata de construir un mundo donde todo hombre, sin excepción de raza, religión o nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente humana…, un mundo donde la libertad no sea una palabra vana y donde el pobre Lázaro pueda sentarse a la misma mesa que el rico» (PABLO VI, Populorum progressio, 47).
No hay Comentarios