La Pastoral en la ciudad
Querido Antón:
Hace ya tiempo que te lo quería decir. Me ha impresionado ver tu imagen cuando participaste para intentar detener el desahucio de aquella pobre señora en A Coruña. Se te ve en actitud no violenta, pero al mismo tiempo decidida, mientras el policía está intentando levantarte para que dejes de ser un obstáculo y los encargados de ejecutar el desahucio puedan proceder a realizar su trabajo.
Te conozco lo suficiente para saber que detrás de tu gesto y tu compromiso sociopolítico hay una inmensa pasión por Dios y por la Humanidad, sobre todo por la Humanidad malherida y maltratada en el camino de la vida como era el caso.
He unido tu gesto profético a las hermosas palabras del papa Francisco en la Evangelii Gaudium cuando dice: “Necesitamos recorrer la ciudad desde una mirada contemplativa, esto es, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas. La persona de Dios acompaña las búsquedas sinceras que personas o grupos realizan para encontrar apoyo y sentido a sus vidas”.
Tu gesto y las palabras de Francisco me han retrotraído a aquella anécdota de Miguel Ortega Riquelme cuando subió con un grupo de muchachos a lo alto de la ciudad y les dijo: contemplad por un momento en silencio todo lo que alcanzan a ver vuestros ojos… Y ahora contádmelo: un margen de la ciudad aparece con mucha iluminación, grandes avenidas, grandes edificios… Otro margen de la ciudad está casi totalmente a oscuras, con casitas y chabolas y caminos sin asfaltar… Entonces el Padre Miguel preguntó a los muchachos: Y, ¿cuál es vuestra conclusión? Uno de los muchachos dijo en alto: pues que el arquitecto de esta ciudad no ha sido Dios.
¡Cuánta teología de la buena en tan pocas palabras! Me recuerda también aquellos hermosos textos de Aparecida: “La fe nos enseña que Dios vive en la ciudad, en medio de sus alegrías, anhelos y esperanzas, como también en sus dolores y sufrimientos. Las ciudades son lugares de libertad y oportunidad. En ellas las personas tienen la posibilidad de conocer a más personas, de interactuar y convivir con ellas. En ellas el ser humano está llamado a caminar siempre al encuentro del otro, convivir con el diferente, aceptarlo y ser aceptado por él”.
Pues que así sea, querido Antón, y que ojalá nuestro trabajo pastoral contribuya a hacer posible que Dios sea el arquitecto de nuestras ciudades. Apertas.
Xabi Blanco
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