Desde la ventana de su estudio de la Plaza de San Pedro, al concluir el pasado 28 de octubre la ceremonia de la beatificación de los 498 mártires españoles, el Papa Benedicto XVI decía solemnemente a los fieles que abarrotaban la plaza: “Damos gracias a Dios por el gran don de estos testigos heroicos de la fe que, movidos exclusivamente por su amor a Cristo, pagaron con su sangre su fidelidad a Él y a su Iglesia”. Queridos amigos, en estas breves palabras, el Papa nos señala la clave para comprender el verdadero sentido de la beatificación del mayor número de mártires de la historia: fueron testigos de la fe, lo fueron en un grado heroico, y su única motivación fue el amor de Cristo. Fue tal su amor y su fidelidad a Él y a la Iglesia que le entregaron su vida plenamente. Y esta generosísima entrega suya de ayer es hoy para nosotros motivo de un agradecimiento especial a Dios, que los sostuvo con su fuerza y con su gracia y nos los entrega hoy al pueblo cristiano para que su testimonio oriente también nuestro seguimiento, nuestra fidelidad y nuestro amor al Señor. Ciertamente, su testimonio ilumina nuestro camino hacia la santidad y nos alienta a entregar nuestras vidas al amor de Dios y al servicio a los hermanos, nos impulsa y estimula a trabajar también nosotros, de manera incansable, por la reconciliación, la misericordia y la convivencia pacífica. En este último número de nuestro Boletín del año 2007, queremos hacer una memoria especial de este acontecimiento gozoso para toda la Iglesia y, en particular, para la Familia Salesiana que celebra la beatificación de 63 hermanos y hermanas. Ya en el mes de junio nuestra Revista se hacía eco del acontecimiento, que entonces se veía cercano. Ahora lo acabamos de vivir y está todavía muy caliente en nuestros corazones. Además de la crónica de nuestros enviados especiales a Roma, publicamos el saludo fraterno del Rector Mayor enviado a la Familia Salesiana de España uniéndose a la celebración unos días antes de la beatificación. Añadimos además el hermoso testimonio del mártir Bartolomé Blanco, salesiano cooperador joven que escribe una carta de despedida a su familia; y damos noticia de algunas nuevas publicaciones sobre nuestros nuevos beatos. Al celebrar el martirio de nuestros hermanos y hermanas celebramos el triunfo de la vida sobre la muerte. Murieron en Cristo y por Cristo. En Él y por Él viven para siempre, unidos a su gloria. Quizás, pueda ser especialmente significativo celebrar la vida en este mes de diciembre en el que, un año más, nos disponemos a celebrar la encarnación de Jesús. Dios nos ha visitado y salvado en su Hijo. Tanto nos amó, que nos lo entregó. Cuando la Palabra de Dios comienza a hacerse carne y sangre humana, comienza el misterio de amor del Dios hecho hombre. Y cuando una muchacha nazarena da a luz en Belén, siguiendo las leyes de la naturaleza humana, se manifiesta con toda su fuerza y esplendor. Queridos amigos, para todos, ¡feliz navidad en Aquel que se nos da y nos entrega su amor y su palabra! Con mi afecto y oración.
Eugenio Alburquerque
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