Progresivamente las autoridades económicas y políticas han ido reconociendo que la crisis económica es muy grave y profunda. Su origen inmediato radica en el mercado hipotecario de Estados Unidos. Pero muy pronto contagió a Europa y, en realidad, a todo el mundo. La crisis financiera e hipotecaria desencadenó enseguida las más perniciosas consecuencias sobre la economía real: paro, crecimiento de la precariedad laboral, aumento del precio de los alimentos, pérdida de poder adquisitivo en los salarios, merma de los derechos laborales, creación de empleos baratos, endeudamiento. Si nos ceñimos a nuestro país, en España, desde la mitad de los años noventa hasta el 2007 hemos tenido un importante crecimiento económico. Pero todos los expertos coinciden que, para nosotros, la crisis será más aguda que en otros países europeos, porque nuestra economía está débilmente cimentada y resulta sumamente vulnerable. Los factores que nos hacen vulnerables están muy claros: elevada dependencia exterior del precio de las materias primas y de los recursos energéticos; pérdida de competitividad, porque nuestra economía compra más que vende fuera de nuestras fronteras; se ha agotado el modelo de crecimiento de los últimos años, sustentado en el consumo y en la construcción; se han construido muchas más viviendas de las que son necesarias para la población y se han subido de manera artificial sus precios; finalmente, estamos llegando a unos niveles muy altos de endeudamiento del Estado, de las empresas y de las familias. Todo ello hace ver que la crisis económica está produciendo muchas víctimas. Las principales son los pobres de los países más empobrecidos. Según datos de la FAO, en el año 2007 aumentó en 75 millones el número de hambrientos en el mundo. Son ya 923 millones, más otros 848 millones de personas severamente desnutridas. En España, las víctimas son los sectores más débiles del mundo obrero, los parados y las familias trabajadoras, que estaban subsistiendo en situación de trabajo precario, sueldo mal pagado, dificultades de vivienda.
Luis A. Medina
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