Anna Fanny Silva, Hija de los Sagrados Corazones deja de ser delegada para España, Italia, Camerún y Guinea Ecuatorial para ser Vicaria General del Instituto. “Lo más importante para mí es buscar cumplir la voluntad de Dios y reflejarla en los diversos compromisos que Él pone en mi camino”.
Nacía en Bogotá en 1955, profesó en 1976. Conoció a las hermanas “siendo animadora juvenil de la parroquia del Divino Tesoro en Bogotá a la cual pertenecía mi familia. Elegí este camino por su alegría, sencillez y espíritu religioso”.
“El beato Luis Variara, sdb, fue enviado como misionero entre los leprosos de Agua de Dios en Colombia. En el año 1905, don Variara funda nuestro Instituto, para dar respuesta al clamor de las jóvenes que, anhelando ser religiosas, no podían por tener ellas lepra o sus parientes”. Más adelante la Santa Sede les permitió recibir jóvenes sin lepra: “de tal manera que el compartir fraterno entre hermanas enfermas, hijas de enfermos y sanas es para nosotras una singular experiencia vocacional. Que hasta hoy tenemos la oportunidad de vivir”. Actualmente “continuamos el trabajo con los enfermos de lepra, pero también atendemos a jóvenes en diferentes obras educativas y realizamos nuestra labor apostólica con la atención a los enfermos”.
Se unen el carisma salesiano vivido por don Variara hasta su muerte y el énfasis victimal de las Hermanas que desde su condición de enfermas atendían a los niños enfermos en Agua de Dios: se ofrecían como víctimas de expiación por la salvación del mundo, “transformando la ciudad del Dolor, como se llamaba a Agua de Dios, en la ciudad de la alegría y la esperanza”.
Son 300 hermanas en 12 países. “Pertenecer a la Familia Salesiana es esencial por nuestro fundador, somos conscientes de la misión y el espíritu comunes y la riqueza que aporta nuestro carisma. Debemos trabajar por fortalecer la unidad, acorde a la carta de comunión y los lineamientos del Rector Mayor”.
Como Vicaria General: “Los retos: poner todo mi empeño en sacar adelante los compromisos del XV Capítulo General estipulados en macroproyectos para dar respuesta a las exigencias del mundo y de la Iglesia, sobre todo en la formación”. Cree que el carisma de su instituto es atractivo para las jóvenes por la profunda sensibilidad que tienen ante el sufrimiento y la pobreza del mundo. Para presentar a una joven su carisma: “dialogaría con ella sobre las realidades de pobreza y violencia que experimenta nuestra sociedad y el compromiso que reclaman de nuestra parte. Y sobre el valioso e insuplantable aporte que los jóvenes pueden y deben dar, como pioneros de un verdadero cambio socio religioso”.
Marian Serrano
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