Queridos amigos del Boletín Salesiano:
Hace un par de meses el papa Francisco ha aceptado mi renuncia al gobierno pastoral de la Diócesis de Vitoria. Ahora soy un Obispo emérito que estrena jubilación, con tiempo para rezar, pasear, reflexionar sobre lo que ha sido y será mi nueva vida. Y para trabajar en y por la Iglesia.
Mi primer trabajo ha sido redactar unas cuartillas para la Novena de María Auxiliadora en Vigo y en Pamplona. Releo textos sobre Don Bosco y la Virgen y se me llena el corazón de alegría. ¡Qué amor más hermoso tenía nuestro “Padre y Maestro de la juventud” por María Inmaculada y Auxiliadora del pueblo cristiano! ¡Y qué bien sabía inculcarlo en sus muchachos y en los adultos!
Me viene a la memoria el canto a la Virgen que cantábamos de niños: “Ella en mi niñez mis pasos guió, por eso desde niño siempre la quise yo”.
En mi niñez, y siendo seminarista, y en los años de sacerdocio y en los 25 años de Obispo de Tarazona y de Vitoria. A Ella le debo tanto, como nos enseñó Don Bosco. Este es mi convencimiento, en humildad y verdad.
He sido, soy y seré salesiano, viviendo el carisma de Don Bosco y su pasión por las almas, principalmente de los jóvenes. Amar y hacerse amar de los jóvenes: asignatura siempre nueva.
He creído en el valor de la educación de los jóvenes –“la porción más delicada y valiosa de la sociedad humana”-. Y he trabajado en favor de la Escuela Católica, sector fundamental de la acción evangelizadora de la Iglesia.
Las Constituciones de los Salesianos describen el proyecto apostólico de Don Bosco con estas palabras: “ser en la Iglesia signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente a los más pobres” (CC. 2).
El Obispo en su diócesis está llamado al trabajo en favor de los pobres; jóvenes, adultos y ancianos; mujeres y hombres. Y ha de promover obras de acogida y de atención a los necesitados. En su ministerio de la Palabra, ha de ejercer el anuncio y la denuncia en favor de los desfavorecidos.
Campo privilegiado de la misión eclesial y de la misión salesiana es el de las Misiones. Don Bosco cultivó con esmero esta parcela y envió, a partir de 1875, abundantes salesianos al llamado Tercer Mundo. La Madre Iglesia recuerda a los Obispos su responsabilidad con las Iglesias necesitadas.
Doy gracias a Dios porque, en mis años de ministerio como Inspector salesiano de Valencia y como Obispo, recibí la gracia de trabajar en favor de las Misiones: en Malí, África, como Provincial salesiano; en Bolivia como Obispo de Tarazona; y en Ecuador y Angola como Obispo de Vitoria.
Hago una última referencia a un trabajo específico en mis años de Obispo de Vitoria: la pacificación y la reconciliación. Junto con tantos buenos diocesanos y con los hermanos Obispos de las Diócesis de Pamplona-Tudela, Bilbao y San Sebastián, fuimos colaboradores, con otras fuerzas vivas, de un camino en pro de la paz y por el final del terrorismo y de la violencia. María Auxiliadora, la Virgen de los “tiempos difíciles” (don Viganó) nos inspiró y guió.
Concluyo dando gracias a Dios por la vocación a la que me llamó en la vida cristiana, salesiana y sacerdotal. Y pido a María Auxiliadora obtenga de Dios para la Familia Salesiana y para mi persona la gracia de la fidelidad, del amor comprometido y del servicio generoso, en el carisma que el Espíritu Santo suscitó en la Iglesia con san Juan Bosco.
Miguel Asurmendi, S.D.B., Ob. em. Vitoria
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